Reseña publicada en el suplemento “Artes&Letras” del Heraldo de Aragón, el jueves 31 de enero de 2013.
Carretera y manta
Lo he comprobado, en algunos envases lo sigue poniendo: Agitar antes de usar. Pues con este libro sucede algo parecido: Mirar antes de leer. Los de Tropo son dos tipos con testosterona por publicar un libro así. Cuarenta y tres fotografías en color a toda página, algunas dobles; papel cartulina; letras en negrita; sobrecubierta con imagen de cinemascope en el reverso. Me río del diseño afterpop y las guías de viaje. Este es un libro espectáculo, una road-movie convertida en literatura con banda sonora de rock&roll y “la luz de los carteles de neón del exterior llegando hasta las sábanas”.
Pero seamos honestos, semejante salto al vacío editorial no se hace sin red, y ese seguro de accidentes es Carlos Castán. Tropo no habría hecho este libro para publicar a Juan Nadie. Y no es un reproche, no al menos en mi caso; los que me conocen saben que en esa balda donde guardo los libros que salvaría de un incendio están todos los de Carlos. Pero en “Polvo en el neón” la sorpresa resulta mayúscula y muy de agradecer. Me da igual si está o no basada en hechos reales; me gusta creer la ficción de que alguien de mi pueblo haya recorrido parte de la Ruta 66, que diga que “se trataba de llegar a Flagstaff atravesando de Este a Oeste los estados de Missouri, Oklahoma, Nuevo México y Arizona”; que escriba una historia ambientada en la Norteamérica más mítica en lugar de salir en aragoneses por el mundo.
Y es probable que Castán se haya inspirado en alguno o varios autores americanos, que haya algo de imitación u homenaje; pero no creo que eso importe mucho ni que se merezca que nos pongamos a hacer comparaciones. Lo que importa es el cómo.
Y lo que Castán cuenta en esta novela corta es una historia universal que se repetirá mañana. Una historia que parte con la ventaja de un exotismo que se ve reforzado por las fotografías de Dominique Leyva: moteles de carretera, luces de neón y carteles en inglés que nos atraerán como polillas a la luz. Lugares que nos parecerán mágicos porque son distintos a nuestros bares de autovía europea, franquicias con su asepsia de autoservicio y decoración de hamburguesería donde paran los veraneantes y los autocares del Imserso. Nos llamará la atención porque somos unos paletos que han visto muchas películas; pero después, cuando nuestros ojos se hayan acostumbrado a ese paisaje, cuando hayamos dejado de ser turistas, el escenario será un simple decorado. Y cuando cambiemos la configuración del canal y pongamos la película doblada al español Castán entrará en escena con todo el poder de su tristeza, la dolorosa y rotunda belleza de sus metáforas.
Otros son escritores a medio o largo plazo, a Castán le bastan un par de páginas, un párrafo: “Se quedó pensando en cómo puede la luz irse de alguien, cómo de la noche a la mañana resbala de un ser toda esa belleza que tanto dolía, qué solo se queda un esqueleto a veces.” Otros necesitan envolvernos, atraparnos en una red de cuatrocientas páginas, a Castán le vale con un viaje en coche de tres días para fabricar un purgatorio. Él se llama Quinn y ella Sally y su matrimonio en ruinas se ha desmoronado. La inesperada muerte y herencia de la tía Hanna le obligan a recorrer más de mil millas. Él tiene un amante y se pelean en un motel mientras “afuera se escuchaba, de vez en cuando, el estruendo de los trailers sobre el asfalto mojado”.Poesía desoladora de los lugares de paso. El recuerdo y el pensamiento se hacen más nítidos y sinceros en soledad, aislado y en movimiento. Reconocer lo que es ya irrecuperable, ha corrompido el óxido del tiempo. Decir en voz alta lo que no se quiere. Mirarte en el espejo de tu hermano derrotado. Y en el punto final, el regreso, es un nuevo destino.
A Castán los paletos que soñamos con ir a Las Vegas le agradecemos –no sin cierta y cochina envidia- el viaje por la Ruta 66. Pero lo que de verdad le agradecemos es que siga siendo él y su especial manera de poner unas palabras junto a otras para contar lo universal con su personal acento literario.
Carlos Castán. “Polvo en el neón”. Fotos de Dominique Leyva. 95 páginas. Tropo Editores. Zaragoza, 2012.